jueves, 24 de julio de 2014

La silla vacía



Un día un sacerdote se encontró a la hija de un hombre que se encontraba muy enfermo.
Ella le pidió que fuera a su casa para hacerle una oración a su padre.
El sacerdote aceptó la petición y fue a la casa de el hombre. Cuando entró a la habitación lo encontró acostado en su cama y con una silla vacía a un lado, por lo que el sacerdote pensó que el hombre sabía que vendría a verlo. Espero no haberte hecho esperar demasiado. Dijo el sacerdote al hombre.

El hombre, confundido, respondió:Lo siento, pero no sabía que usted vendría.
Su hija me pidió que viniera a visitarlo para que orara con usted, al ver la silla a un lado de la cama supuse que sabría que vendría.
Oh si, la silla – respondió el hombre – Nunca le he dicho a nadie esto, pase gran parte de mi vida sin saber orar.

Cuando he estado en la Iglesia he escuchado siempre al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae, pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y me salió por el otro, pues no tengo idea de cómo hacerlo. Entonces hace mucho tiempo abandoné por completo la oración.

Esto fue así hasta que un día hablaba con un amigo y este me explicó que orar era simplemente una conversación con Jesús y que podía ayudarme con una silla.

Me dijo que me sentara en una silla y pusiera otra en frente y me imaginara a Jesús sentado en ella.
No es algo alocado el hacerlo pues Él nos dijo: «Yo estaré siempre con vosotros».
Una vez sentado junto a Jesús puedes hablar con él de la misma manera que lo hacemos ahora.
Yo lo hice una vez y me gustó tanto que lo he hecho a diario desde entonces.
Nunca se lo he dicho a mi hija y he evitado que me vea hablando con Jesús, pues podría pensar que estoy loco.
El sacerdote sintió gran emoción al escuchar lo que el hombre hacía, era una bella forma de estar en contacto con Dios. Felicitó al hombre y le pidió que no dejara de hablar con Jesús en la silla. Después de hacer una oración y darle su bendición al hombre, el sacerdote volvió a su parroquia, donde días después volvió a encontrarse con la hija del hombre, quien después de saludarlo le contó que su padre se había ido al cielo.

El sacerdote con calma le preguntó:
¿Y se ha ido en paz?
Si – respondió la chica – cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo a su cama, me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando regresé de hacer compras una hora más tarde ya no estaba. Pero hay algo extraño respecto a su partida, pues aparentemente, justo antes de irse, se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré.
 ¿Qué cree usted que puede significar esto?»
El sacerdote se secó las lágrimas de emoción y le respondió: 
«Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera…»
Para orar no necesitas tener grandes conocimientos ni pertenecer a un grupo privilegiado, orar es tener una conversación con Dios y es tan sencillo como sentarte a su lado y hablar con él.
Puedes decirle con toda sinceridad lo que sientes y piensas, él no te juzgará y siempre estará disponible para sentarse a tu lado y hablar contigo.
En lo buenos y malos momentos, recuerda que puedes usar la silla de Jesús.


1 comentario:

  1. Es una hermosa enseñansa que los deja a las personas de Fe

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