sábado, 18 de marzo de 2023

 


La vida te  enseña a bajar las emociones que están exageradas y a mover las que están ocultas. Es importante dejar de reprimir y exagerar las emociones para poder tener un bienestar emocional, intelectual y físico. Las emociones son las que nos permiten adaptarnos al ambiente porque son las que nos avisan cuando hay un peligro. El miedo no es una emoción negativa, el miedo es una alarma. Cuando mi inconsciente me da una emoción lo que espera es que yo actúe y que sea en relación a cómo ya actué en el pasado. La emoción me lleva a moverme, tal como lo indica su sentido etimológico, emoción proviene del latín emovere, movimiento. La emoción es la activación simpática para adaptarme al entorno.

Necesitamos a las emociones para poder crear y siempre tienen un sentido biológico.

Las emociones son la consecuencia de necesidades evolutivas. Se necesita estar enojado para luchar, se necesita estar triste para encontrar nuevos puntos de vista, así como se necesita sentir miedo para huir, para congelarse y sobrevivir.

Las emociones son el resultado de un proceso evolutivo cuyo fin siempre es la adaptación, por lo tanto sabemos que están allí para cumplir una función.

¿Qué función cumplen las emociones?

Cumplen una función adaptativa porque empujan al organismo a tener una actitud determinada. Esa conducta determinada nos lleva luego a procesar la información de una determinada forma para dar una respuesta.

Por lo tanto, la emoción es el vehículo de la información para que nos podamos adaptar al medio ambiente. Pero a veces sucede que esa información es desadaptativa y debemos realizar un trabajo de autoindagación para comprender y trascenderla, aprendiendo.

Para dejar de ser víctima de sentir ese miedo yo puedo aprender de la experiencia de sentir el miedo. Es decir que el mismo miedo es la forma en la que termina el miedo. Pero, ¿Qué sucede?

Pensamos que no hay que sentir miedo, que es incorrecto hacerlo. La misma pregunta ya entraña el ¿a ver como no siento el miedo? y me encuentro con que para no sentir miedo primero tengo que sentirlo. De otro modo estaríamos negando lo que estamos reconociendo en nosotros.

El miedo es solo un momento en la consciencia y cuando se es consciente de él, te enseña muchas cosas.

 


Dicen que de todos los sentimientos humanos la gratitud es el más efímero de todos. Y no deja de haber algo de cierto en ello. El saber agradecer es un valor en el que pocas veces se piensa. 
Ya nuestras abuelas nos lo decían

 "de gente bien nacida es ser agradecida".
Para algunos es muy fácil dar las "gracias" por los pequeños servicios cotidianos que recibimos, el desayuno, ropa limpia, la oficina aseada...
Pero no siempre es así.
Ser agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de forma mecánica, la gratitud es aquella actitud que nace del corazón en aprecio a lo que alguien más ha hecho por nosotros.
La gratitud no significa "devolver el favor": si alguien me sirve una taza de café no significa que después debo servir a la misma persona una taza y quedar iguales... El agradecimiento no es pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena.
La persona agradecida busca tener otras atenciones con las personas, no pensando en "pagar" por el beneficio recibido, sino en devolver la muestra de afecto o cuidado que tuvo.
 ¿Has notado como los niños agradecen los obsequios de sus padres
Lo hacen con una sonrisa, un abrazo y un beso.
 ¿De que otra manera podría agradecer y corresponder unos niños
Y con eso, a los padres les basta.
Las muestras de afecto son una forma visible de agradecimiento; la gratitud nace por la actitud que tuvo la persona, más que por el bien (o beneficio) recibido.
Conocemos personas a quienes tenemos especial estima, preferencia o cariño por "todo" lo que nos han dado: padres, maestros, cónyuge, amigos, jefes...
El motivo de nuestro agradecimiento se debe al "desinterés" que tuvieron a pesar del cansancio y la rutina. Nos dieron su tiempo, o su cuidado.

Nuestro agradecimiento debe surgir de un corazón grande.
No siempre contamos con la presencia de alguien conocido para salir de un apuro, resolver un percance o un pequeño accidente. 
¡Cómo agradecemos que alguien abra la puerta del auto para colocar las cajas que llevamos, nos ofrezca su hogar, o nos ayude a reemplazar el neumático averiado!
El camino para vivir el valor del agradecimiento tiene algunas notas características que implican:

- Reconocer en los demás el esfuerzo por servir
- Acostumbrarnos a dar las gracias
- Tener pequeños detalles de atención con todas las personas: acomodar la silla, abrir la puerta, servir un café, colocar los cubiertos en la mesa, un saludo cordial...

La persona que más sirve es la que sabe ser más agradecida.

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