No reniegues de esos senderos difíciles que la vida puso en tu camino. Te hicieron caer, te sacudieron el alma, te arrancaron lágrimas… pero también te revelaron de qué estás hecha.
Cada tropiezo dejó una lección, cada herida una cicatriz que hoy brilla como prueba de tu valentía. Porque gracias a esos caminos torcidos, hoy caminas con más firmeza, con los ojos abiertos y el corazón despierto.
No borres esos capítulos de tu historia, son los cimientos de tu fuerza. Has sobrevivido a lo que creíste que te destruiría.
¿Y ahora dime… qué puede detenerte si ya aprendiste a levantarte sola?
