jueves, 31 de julio de 2014

El país de las cucharas largas

Un viajero se encontró un día ante un sinuoso desvío. Como era curioso, lo siguió. El camino terminaba en una sola casa enorme. 
En la puerta, un cartel anunciaba:

“País de las cucharas largas”

Esta comarca está integrada sólo por dos habitaciones

El hombre cruzó la entrada y avanzó por un pasillo. No había dado más que unos pocos pasos cuando escuchó, detrás de una puerta, un concierto de lamentos y quejidos. 
Por supuesto, se apresuró a entrar.

Sentadas alrededor de una mesa enorme, había cientos de personas. En el centro de la mesa estaban los manjares más exquisitos que cualquiera podía imaginar y aunque todos tenían una cuchara en la mano, se estaban muriendo de hambre. 
El motivo era que el mango de cada cuchara era mucho más largo que sus brazos y estaba fijado a la mano de cada comensal. 
De este modo, todos podían servirse, pero nadie podía llevarse la cuchara a la boca.

La situación era tan desesperante, y los gritos tan desgarradores, que el hombre salió del salón. 
Se encontró delante de otra puerta, en todo similar a la primera. Alentado porque no escuchaba ningún lamento, el viajero giró el picaporte y entró en el segundo cuarto.

Cientos de personas estaban sentadas frente a una mesa, colmada de alimentos. 
También cada persona tenía una larga cuchara fijada a la mano.

Pero nadie se quejaba ni se lamentaba. 
Nadie pasaba hambre, porque ¡se estaban dando de comer unos a otros! 


Reflexión: En ocasiones solo queremos pensar en solucionar nuestros problemas y tenemos que tener en cuenta que ayudando y compartiendo podemos encontrar soluciones que no se nos habían ocurrido. 


Yo hago lo que usted no puede, y usted hace lo que yo no puedo. Juntos podemos hacer grandes cosas. 



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