No te consideres «malo» por ninguna vivencia negativa con que te encuentres ahora
(aunque tengas la sensación de que «te lo mereces» o de que «tú te lo has buscado»;
de hecho, sobre todo si tienes esta sensación).
En vez de ello, ten compasión con tu propio Yo y sabe que Dios te ha dotado del poder interior necesario para cambiarte a ti mismo, para cambiar tus motivos, tus conductas, tus circunstancias externas y tu vida misma, de aquí a un instante.
Recuerda siempre que tú no eres tu pasado; que tú no eres quien eras ayer, ni siquiera quien eras hace un momento.
Que cada nuevo día, cada nueva hora, cada nuevo momento, señalen un nuevo comienzo.
Aunque estés en el último momento de tu vida,
no será demasiado tarde para declarar tu próxima identidad, la más grandiosa, y para asumirla.
Lo que estoy diciendo aquí es que la transformación es una cosa instantánea-momentánea, que tenemos abierta y disponible a cada segundo.
La vida comienza de nuevo cuando tú lo dices. Por eso, sé delicado contigo mismo acerca de ti mismo.
Perdónate con un beso tus (supuestos) defectos, debilidades y faltas, y recuerda siempre lo siguiente:
si te vieras a ti mismo tal como te ve Dios, sonreirías mucho.
Ya que tener compasión con uno mismo no significa tenerse lástima. Compasión y lástima son cosas muy diferentes que a menudo se confunden.
Tener compasión con uno mismo significa ser sensibles a nuestro dolor, esto es reconocerlo, sentirlo, aceptarlo y no negarlo minimizándolo o diciendo esto no es nada ya se va a pasar;
y significa también un profundo compromiso en querer aliviar ese dolor.
Tener compasión es sentir el dolor y querer aliviarlo.
Por el contrario la palabra lástima ha adquirido una connotación más negativa. La lástima nos sitúa en una situación de distancia en donde una persona que no sufre observa a otro que sufre y lamenta tal sufrimiento. Por lástima puedo o no puedo ayudarlo pero no es parte intrínseca del término.
Esto quiere decir que si siento lástima conmigo mismo, entro en un estado continuo de lamentaciones: "pobre de mí", "estoy siempre solo", "nadie me quiere", "no tengo nada", etc. y puedo quedarme atrapado en un círculo de
auto-lástima.
Si tengo compasión, acepto esos sentimientos de soledad, de vacío y de tristeza (no los niego) y pongo todas mis recursos y posibilidades por superarlos.
La clave de la diferencia entre lástima y compasión es la DISTANCIA.
Cuando hay compasión por otro, yo y ese otro nos volvemos uno, y por lo tanto su sufrimiento es también mi sufrimiento, gracias a un mecanismo empático.
Con la lástima mantengo una situación de distancia con el otro, en donde es el otro quien sufre y no yo, por ende mi necesidad de ayudarlo es menor.
¿Y en relación a nosotros mismos?
Tengo compasión de mí mismo porque reconozco que soy vulnerable, falible, todos estamos expuestos al sufrimiento en este mundo, todos podemos equivocarnos.
Pero más importante aún, siento compasión de mí mismo porque la persona que soy hoy,
es sólo una de las tantas posibilidades
(de lo que podría haber sido)
si mis circunstancias hubiesen sido otras.
La clave está en poder mejorar ese yo que soy ahora, en las circunstancias en que me encuentro hoy.
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